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jueves, 7 de febrero de 2019

Los días de Julián, de J.P. Salinas

¡Hola a todos! Si bien antes de terminar este libro había terminado otro (del que tengo muchas ganas de hablar), primero voy a reseñar este, ya que lo terminé anoche y lo tengo más fresco, y quiero ser bastante detallista en este comentario, porque comprendería, dadas las numerosas excelentes reseñas que se encuentran de este libro en redes sociales, que muchos no coincidieran con mi opinión y quizás intentaran desacreditarla. Dado que no tengo el más mínimo interés en pasar un mal rato, y luego de lo ocurrido con mi última reseña negativa de 1 estrella, prefiero fundamentar al máximo posible cada opinión, de manera que si alguien disiente lo haga desde el respeto sin maltratarme personalmente o intentando desacreditarme. Habiéndome atajado de todo posible disgusto, procedo a hablarles del libro. 

Título: Los días de Julián
Autor: J. P. Salinas
Año de Publicación: 2018
Páginas: 368
Editorial: Ediciones Barenhaus
ISBN: 978-987-47000-1-8
Sinopsis: Narrada con un lirismo desenfrenado y violento, la historia de Julián es un tour de force contemporáneo por las experiencias de un joven común, por sus amores y decepciones, sus alegrías y fracasos, sus aciagas tristezas y su búsqueda de redención.
La opera prima de J. P. Salinas entremezcla la sutileza y la complejidad para dar origen a un retrato visionario de la existencia moderna que llevará al lector a percibir en carne propia los horrores de la vida diaria, aunque también la ternura de la embelesadora ilusión con la que se haría imposible soportarlos.
¿Encontrará Julián su lugar en el mundo? ¿Encontrará el lector, en esta extraordinaria novela de amor y condena, un salvoconducto en el que expiar penas propias y celebrar alegrías jamás reveladas? La prosa deslumbrante pero llana del autor se propone ambos objetivos.
¡Muchas gracias al autor por el ejemplar!

Opinión personal

Siempre recuerdo a un profesor del colegio, encargado de una materia que era algo así como formación ciudadana, pero que se enfocaba principalmente en enseñarnos a pensar por nosotros mismos, con criterio, no sólo con respecto a las normas de una sociedad, sino también a formar pareceres sobre cuestiones diversas, algunas de ellas no aceptadas por el derecho, como por ejemplo, la eutanasia. Nos insuflaba con textos de Galeano, enseñándonos que, como supo ayudarme a poner en palabras un profesor de diagnóstico por imágenes muchos años después, la vida es una escala de grises. Y que para poder apreciarlos, aquél profesor de formación ciudadana insistía en que teníamos que leer de todo. Lo bueno, lo malo, lo que nos gustara y lo que no. Sólo así podíamos formarnos una opinión completa sobre el asunto. Fue con ese pensamiento en mente que logré sobrevivir a las 365 páginas de este libro, avanzando trabajosamente paso a paso hasta llegar al final. 
Este libro se trata de la ópera prima del autor, por lo que era la oportunidad perfecta para descubrir un talento hasta ahora negado para los lectores. Sin embargo, desde la primer página, no logré encontrar esas palabras que buscaba sin saberlo, sino que me encontré con un relato tedioso, que describía de manera extensa y algo innecesaria básicamente cualquier cosa que surgiera en la historia: el fiambre, la mierda, los pensamientos y devenires del protagonista, cayendo en planteos extensos con oraciones y párrafos eternos, escapando por completo a la coherencia de lo que se quería explicar o sobre lo que se quería filosofar, convirtiéndose en páginas seguidas de divagaciones sumamente incomprensibles de las cuales era complicado sacar una conclusión, ya que incluso solían contradecirse en muchas ocasiones. En mi opinión, el autor puso mucho esfuerzo intentando lograr una experiencia inolvidable para el lector, ya sea con ideas complicadas que se explayan en palabras suficientes para llenar dos páginas (esto es real: hubo un párrafo que duró más de dos páginas), o con vocablos poco realistas, inmerso en un abuso de riqueza léxica, que convierten un relato sobre la rutina en una especie de tortura del lenguaje, negándose a la belleza que puede proveer una frase sencilla pero única, que es lo que, en lo personal, suele terminar enamorándome de un autor. 
La historia narra acerca de, como dice el título, los días de Julián, permitiéndonos conocer su evolución a lo largo del tiempo, desde sus desmedidas ambiciones desde que está por empezar la facultad hasta muchos años después, ya adulto. La ventana que ofrece sobre su vida ocurre solo en los fines de semana, y podemos ver como Julián se esfuerza por alcanzar las metas que cree que desea, las que cree que le darán el éxito, sin nunca detenerse a preguntarse si eso que tanto el mundo dice que significa éxito es lo que prometen. Es en esta evolución donde nuestro protagonista se pierde una y otra vez, cayendo en cuenta que el éxito no viene en fórmula, pero, sin embargo, en el siguiente año no parece haber aprendido nada, ya que sigue intentando lo mismo. Se pospone una y otra vez, en una especie de procrastinador personal, diciendo que ya será feliz, con el próximo logro, el próximo éxito, y aún cuando entiende que lo próximo es efímero y puede dejar de existir incluso antes de empezar a ser, sigue marchando como borrego. La historia se encuentra atravesada por una botella de vino, que sirve a modo de metáfora acerca de como posponer algo muchas veces nos hace perdernos de lo verdaderamente importante. 
Creo que una de las cosas que más me chocó del libro fue Julián. No a modo de "me identifico demasiado así que lo odio", como diría un buen amigo psicoanalista, sino que una persona que repetidas veces advierte que está tirando todo a la basura y que debe cambiar para no perderse del todo, y que, sin embargo, no lo hace, me suena a tomada de pelo. Hasta para él mismo. Y si encima sumamos los comentarios homofóbicos, transfóbicos, gordofóbicos, machistas y misóginos que vemos en él y en otros personajes, completamos la lotería. Ojo, entiendo que según la idiosincracia argentina hace 14 años decir trolo era re gracioso, y decir travesti era un chiste re copado, que las gordas podemos no ser agradables de ver en un boliche, pero incluso va más allá de eso. De entrada, no pude evitar notar que las descripciones acerca de las mujeres eran inevitablemente negativas, y que cuando se describía positiva a una se hacía hincapié en sus curvas y en su forma de ser femenina y sumisa. Obviamente, una atención física que no se repetía en los múltiples personajes masculinos, ya que ahí se invertía más tiempo describiendo la nariz, la cara, el torso, y el color de piel. No recuerdo haber leído si alguno de los muchachos tenía el famoso culo de manzana, por tirar una barbaridad, pero en cambio puedo decir que Alicia tenía los senos pequeños.
No puedo dejar de mencionar que me parecieron algo repugnante ciertos comentarios incestuosos que gracias a Dios no se repitieron a lo largo de toda la obra, o que no pude evitar sentir un constante devenir del relato hacia lo escatológico (creo que es el libro donde más veces leí de gente defecando en la vida, o vomitando, y luego debates interminables sobre la materia fecal, el vómito y si el sexo oral pos vómito era bueno, tanto moralmente como en salubridad física y mental). 
El final propone una simple reflexión que en realidad no puedo evitar notar que fue presentada múltiples veces en la historia, pero ofrece un cierre bastante decente. Es una pena que haya mucha información que quedó inconclusa, colgada en el tiempo gracias a los múltiples saltos temporales, apareciendo al siguiente año como por arte de magia, sin previa explicación o puesta a punto; haciéndole sentir al lector que se perdía de más de una cosa. En conclusión: me pareció un bodrio. Sin embargo, creo que el autor puede pulir su estilo y hacerlo mas simple. Menos es más, es algo que siempre hay que tener en cuenta, se puede tener una bella prosa y que sin embargo las frases se extiendan por una línea, como en los haikus, donde pocas palabras son capaces de describir algo indescriptible.

Frase preferida


Nunca supo si en verdad era bella o no. Y quizás fuera eso lo que la hacía tan espectacular frente a los demás.

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Si te gustó Instinto domiciliario.

2 comentarios:

  1. Hola
    No me llama nada la atención, lo dejo pasar
    Besos

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  2. ¡Holaaa!

    Pfff pues que pena, la portada es una preciosidad, pero creo que no aguantaría demasiado con esa parrafada de pensamientos del protagonista... me aburriría o terminaría harta. Y encima por lo que dices, no creo que logre conectar con él, debido a todos esos comentarios.
    En fin, oye muy guay tu profesor del colegio jajaja

    Acabo de descubrir tu blog y por aquí me quedo :D
    ¡besos!

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