El Juego del Laberinto, de Pablo De Santis

¡Hola! Escribo esta entrada el viernes 6 de marzo. No estoy segura de para cuando la voy a programar, pero pienso tener un par de entradas listas para salir porque la semana que viene empiezo las clases y no quiero abandonarlos. Sólo les pido que me tengan paciencia a la hora de que devuelva los comentarios, pero que tarde o temprano lo voy a hacer, como siempre lo hice. 

Esta reseña es sobre un libro que llevaba unos meses queriendo leer, como lo deje asentado en la reseña de la primer parte de la historia de Iván Dragó, El Inventor de Juegos. Al fin lo leí y la verdad, aunque me gustó, no superó a su predecesor.

Título: El Juego del Laberinto
Autor: Pablo De Santis
Año de Publicación: 2013
Páginas: 241
Editorial: Alfaguara
ISBN: 978-987-04-2111-5
Sinopsis: Un laberinto de plantas crece de la noche a la mañana en la legendaria ciudad de Zyl. Los habitantes quedan atrapados en sus casas, y la vida y los juegos se detienen. En medio del caos vegetal, Iván Dragó recibe una invitación del Club Ariadna para el Concurso Mundial de Laberintos. Participar en él será la única manera de salvar a Zyl.

Opinión Personal

Nos volvemos a encontrar con Iván Dragó, aquel niño con un enorme talento para crear juegos capaz de vencer al increíble Morodian. También nos reencontramos con Ríos y Lagos (los acuáticos), todos los habitantes de Zyl y la dulce Anunciación, amiga de Iván, quien lo acompañará en esta nueva aventura. Zyl se ve atrapada en un laberinto, y la única forma de salvarlo es que nuestro protagonista se presente a un concurso de laberintos. Sin embargo, no es un concurso cualquiera, es del temible Club Ariadna, y es un laberinto de los de Madame Aracné, quien sabía construir los laberintos más peligrosos y perfectos de todos. El abuelo de Iván intenta, sin éxito, detener a su nieto, quien termina enfrentándose al temible laberinto de Madame Aracné, mientras Nicolás, su abuelo, y el resto de los habitantes de Zyl permanecen atrapados en el pueblo donde las plantas no dejan de crecer.
A pesar de que su predecesor me gustó más, debo reconocer que no puedo evitar pensar que Pablo De Santis continúa siendo un genio. Su narrativa mantiene el atractivo, lleva en la lectura y atrapa. Es apta para todas las edades, para los niños, los no tan niños y los adultos, sin que ninguno de ellos pierda el interés en el relato.
Los elementos utilizados para construir el laberinto remarcan el ingenio del autor. A todos aquellos que le guste lo simbólico disfrutaran mucho con el laberinto, ya que está plagado de referencias y símbolos a la idea, concepto y mitología del laberinto. Está perfectamente planeado, no tiene un sólo detalle que falte o sobre. El laberinto es lo mejor del libro, me gustó muchísimo, y leía ansiosamente las páginas esperando ver como Iván se abría paso a través de él.
El relato comenta lo que pasa en Zyl además de lo que pasa en el laberinto donde está Iván. Zyl debe ser uno de los lugares más maravillosos del mundo, me lo imagino tan tranquilo pero a la vez lleno de vida, con sus habitantes llenos de particularidades que viven inmersos en la fantasía del mundo de los juegos, pero, a su vez, con los pies bien posados sobre la tierra.
A pesar que el libro es bastante previsible, el final es hermoso. Me gustaría que se continuaran las aventuras, y ver a Anunciación conocer Zyl. Ojalá el autor nos deleite en algún momento con dicha aventura, y sino, siempre podremos encontrarnos con su maravillosa forma de escribir en alguna otra historia.

Frases Preferidas

• ¿Ha observado que, caminemos por donde caminemos, nunca vagamos del todo sin rumbo? Siempre tomamos determinados caminos. Evitamos ciertos obstáculos. Un supersticioso evitará un gato negro. Alguien que tiene miedo a los perros cruzará de vereda frente a un ovejero alemán. Y a la vez, nos agrada pasar por ciertos lugares. Una casa en la que vivía una chica que nos gustaba. Un jardín lleno de jazmines. Una librería de libros viejos o una juguetería. Todos en cierta manera caminamos por la ciudad como si recorriéramos un laberinto, como si tuviéramos que evitar paredes invisibles.
• Juntar ramas en los bosques o caracoles en la playa: nadie sabe por qué los chicos guardan esas cosas, pero lo hacen desde siempre. Como si coleccionaran pedazos de días, como si quisieran que de ese día quedara algo más real que un recuerdo, algo que se pueda tocar y que no cambie con el tiempo. Como si caracoles, piedras o ramas fueran objetos mágicos a los que basta con frotar para ver el momento en que se los juntó, en una playa, una montaña o un bosque.

Recomendado

A quienes les gusten los libros de Pablo De Santis y los juegos, y quieran leer una historia preciosa acerca de ello.